

LA PEQUEÑA JULIETTA.
(O el síndrome del bourn out anunciado).
Ágil de movimientos, semejante a los de una gacela en medio de la sabana del Serengeti en Tanzania. Su figura atraía las miradas por la gracia en que eludía sillas, muebles, escritorios propios de una oficina que se precie de tal y en la que se trabaje ordenada y disciplinadamente las horas correspondientes a la jornada de cada día. La verdad es que su cuerpo se deslizaba como si estuviera a unos centímetros del suelo.
Si nivel colaborativo era, desde el punto de vista de la participación consciente en las tareas de la oficina de una elevada eficiencia. De ello se aprovechaban sus propios compañeros, siempre dispuestos en aliviar su carga de trabajo, aunque ello fuera a costa del esfuerzo de otros. En este caso, la joven Julietta.
Sin embargo, no solo eran sus compañeros quienes se a provechaban de sus carácter generoso. Los mandos superiores le pedían incluso diligencias de carácter personal, como ir al bando a depositar; cobrar un cheque; pagar una cuenta; llevar una carta confidencial, etc, etc.
Lo que ella cumplía siempre con una gran sonrisa, que no solo la embellecía dando mayor gracia aun a su figura dinámica, también esta actitud producía un contagio positivo para el resto de los empleados, pues, aunque no utilizaran sus esfuerzo y buena voluntad, sabían que contaban con ella en cualquier momento.
Por ello fue que durante el largo tiempo de trabajo en línea, desde el hogar, el que desde el inició implicó hacer modificaciones y alteraciones en la casa familiar de los trabajadores, especialmente para instalar un equipo computacional que diera la medida del trabajo externo y acercara al grupo de laborantes a la mayor identificación con su oficina real, la que había quedado lejos por motivo de la pandemia. Lo que era peor sin saber durante cuánto tiempo se haría de ese modo.
En el caso de Julietta, la situación derivó en un descontrol, derivado del hecho que si bien es cierto dominaba los programas relacionados con el trabajo, en cambio no tenía la menor idea de cómo instalar el equipo, agravada esta circunstancia por el hecho que vivía, se mantenía y se aplicaba con sus propios esfuerzos a dar solución a sus problemas, de cualquier clase que fueren.
Los cambios en la vida a veces son duros. Acarrean ciertas dificultades, problemas que no se conocían o que eran de una nueva clase, puesto que las condiciones laborales no eran las mismas. Ahora, se trabajaba desde un lugar de la casa. Desde un rincón adaptado a esta necesidad, cambiando un tanto la forma acostumbrada de la geografía interior de su habitación.
Si bien es cierto, Julietta, era una persona muy querida en el equipo, la situación del trabajo en línea la obligó a presindir de la compañía de sus colegas, con los que ella colaboraba gustosamente. Ahora, su dimensión se reducía a su propia persona. Socialmente sufrió un desprendimiento de su cuerpo grupal, de su entorno humano, quedando reducida a sí misma, sin que sintiera como lo hacía en la oficina el goce de compartir su voluntad, su buena voluntad, con los demás, asunto que en gran parte le llenaba de conformidad al sentirse necesario para los otros.
Pero tenía que trabajar. Sin que se lo imaginen el trabajo en solitario es más agotador, pues, tiene la característica de enfrentar el deber y la obligación que se encuentra en la mente del trabajador, sin la posibilidad de ayuda o al menos de compartir las dudas. Por otra parte, al no tener una jornada definida a Julietta le daba la impresión que perdía el tiempo más de la cuenta en la solución de problemas domésticos. De ese modo, el trabajo lo impulsó, por su sola decisión, con un ritmo agotador.
En la soledad de su pequeño departamento, Julietta, conversaba con ella misma. A veces en palabras dichas con su modo agradable y simpático, otras con solo el pensamiento. Las reuniones por video llamadas, eran para ella un motivo de preocupación que comenzaba con arreglar su vestimenta y su presentación personal a fin de no causar mala impresión a su jefatura. Asimismo, consideraba que en esas reuniones por regla general, salvo pocas excepciones, no era un tiempo que ella consideraba provechoso. Un tiempo inútil pensaba, para la empresa, para el equipo y, especialmente para ella, que siempre creía, sin fundamentos, que estaba lejos de las metas que se le habían fijado.
El trabajo en casa la obligó a levantarse mucho más temprano, pues, debía tener un tiempo para arreglar la casa, limpiar, lavar, sacudir el polvo los muebles, preparar su alimentación. En fin, todo lo que corresponde al orden y aseo doméstico. Por ello, no se dio cuenta que su trabajo lo hacía superando largamente las horas que legalmente correspondían, las que, por cierto, no significaban remuneración extra de ningún modo.
En este contexto, la gente busca restablecer su relación con el trabajo y priorizar su vida personal. Es lo que le ocurrió a Julietta, mas, no en términos positivos sino, al contrario, el exceso de responsabilidad desmedida y sin elementos comparativos, mejor dicho, sin el estándar de sus compañeros que en la oficina le permitía realizar sus funcione, pero, al mismo tiempo colaborar con los demás, le produjo una auto aceleración y una pérdida de su confianza, la que a la larga tocó puntos sensibles de la pequeña Julietta.
Ello, sin que nadie se diera cuenta. Primero, sus superiores y tampoco sus propios compañeros de trabajo. Tal vez, esta fue la causa directa o primaria, que Julietta, sufriera sus primeras afectaciones de carácter mental. Es cierto, una persona que tiene las características de Julietta necesita un ambiente humano para satisfacer sus necesidades de comunicación y descarga de las decenas de elementos psicológicos que guían la vida interna de las personas.
A Julietta, las circunstancias la desarraigaron de su medio. Un medio confortable que le daba seguridad y confianza en sí misma. Al ser sometida, como muchísimas personas, al trabajo en casa, en línea o como quiera llamársele, las gruesas columnas que sostenía su vida privada y laboral se derrumbaron y ello trajo el derrumbe también de la trabajadora.
El estado laboral de Julietta y las condiciones nuevas y distintas de trabajo, la desconectaron en el mismo fondo de su ser interior, al punto que un día la pequeña laborante decidió no levantarse para no sufrir la acumulación de pensamientos dolorosos y tristes que la acosaban en su mundo privado, alejado del mundanal ruido de la oficina y del trajín propio de sus compañeros, especialmente, de aquellos que siempre están en la primera fila del histrionismo laboral. Esta problemático de hoy, era precisamente los canales de su bienestar anterior.
Desde ese día Julietta sintió que sus tareas eran inútiles, que lo que realizaba para la empresa carecía de importancia. Se preguntaba cuál era la razón que la mantuvieran en su trabajo si ella sentía que todo era como un cauce seco que no cumplía su tarea de empujar el agua correntina y fresca.
Algo se quebró en el interior de la joven. En ella se inició la idea de renunciar y dejar abandonado todo lo que le parecía un juego sin sentido. Le daba la impresión que sus labores eran solo cenizas de lo que fueron un día. Sentía la sensación de haber estallado en llamas sin que estas hubieran dejado algo positivo y provechoso en ella. Sin duda, en su mente algo se rompió.
Ya no era la muchacha ágil, el ángel que volaba entre los muebles, ahora de su casa. No, todo le parecía sucio, empolvado y abandonado. Lo que en definitiva era cierto, pues, bastó que la primera semana que Julietta sufriera este síntoma, para que el desorden de su departamento se multiplicara, dando la impresión de decaimiento de sus niveles habituales.
Su desánimo acarreo otras consecuencias amargas y graves. Insomnios que duraban toda la noche, colon irritable, alergias a sus vías respiratorias, taquicardias, angustia y depresión, entre otras.
Un trabajo sin recompensa, sin control, un trabajo que no tiene medida de tiempo transformando al propio trabajador en un ente que no puede comprobar la competencia y no sabe cuál es la actitud de los demás. Circunstancia esta última que produce el miedo del despido, cuando la situación económica es inestable. Al mismo tiempo que el afán de establecer la diferencia entre los unos y otros trabajadores, puede hacer pensar a la jefatura que hay un exceso de trabajadores. Todo ello, a lo que se agrega la propia expresión psicológica de la persona, puede producir y de hecho es lo que ha ocurrido que aflores enfermedades psicosociales de carácter mental muchas de ella.
Del mismo modo como se iba desarrollando el drama, las pantallas de zoom, dejaron de manifiesto que la pequeña y dulce Julietta, ya no era la misma, pues, de su forma de ser fresca y ágil, se fue trasformando en una mujer de poco aprecio por si misma, porque en definitiva no pudo adaptarse a esta nueva realidad laboral. De este modo, fue impactante como el trabajo se introdujo a fuerza en la vida privada de los trabajadores y en la vida privada del hogar de los trabajadores.
Las vías de comunicación se adaptaron rápidamente por el celular en los programas de whatsup, telecomunicaciones, comunicación móvil sin respetar horarios de trabajo, ni siquiera las horas de descanso. La sola revisión del correo electrónico constituía u varias horas a la semana y siempre bajo el miedo de conocer una noticia desalentadora para el usuario.
El dolor y la amargura de la pequeña Julietta se hicieron patente cuando le avisaron que la oficina se reabría en una fecha próxima. Fue el toque siniestro para ella. El puñal que terminó por hundirse en su mente debilitada en el largo tiempo de encierro, de no ser capaz de entender las nuevas circunstancias ni manejarlas en términos positivos. La tecnología aplicada a las nuevas formas sin fiscalización alguna borraron las fronteras del mundo laboral y del mundo familiar, individual y privado, con las consecuencias psicológicas claras para algunos trabajadores.
El desenlace de esta tragedia anunciada de conoció poco antes del día de apertura de la oficina en forma presencial.
Julietta, la pequeña Julietta, no fue capaz de enfrentar el mundo que las circunstancias le rompieron en mil pedazos. Tampoco de seguir el sendero oscuro de su abandono. Dicen, que habría tomado pastillas para dormir en exceso y que bajo esos efectos se acercó a la ventana, con las consecuencias propias del estado de semi inconsciencia.
Hoy, nadie se acuerda de la pequeña Julietta en la oficina. Si, recordamos a todas las Juliettas en este breve relato.
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