Profesor M. Muñoz A. -USM, Concepción. Chile. Abogado
“La riqueza nace y se forja en manos de los trabajadores. No hay aún máquina que pueda reemplazar su fuerza creativa. Pero ellos, no lo saben”.
En nuestra realidad Latino Americana, el trabajador enfrenta serias dificultades en situación de Acoso Moral. Es de suyo interesante, realizar una breve anotación de la naturaleza de éstas y los modos más característicos en que se expresa. A modo de ejemplo señalamos los siguientes, a los que pueden agregarse los que estiméis convenientes:
1.- Desconocimiento del tema.-
Resulta anecdótico que, conforme lo demuestra mi propia experiencia, en los casos conocidos por el suscrito, los trabajadores han advertido el hostigamiento, la discriminación, las agresiones sistemáticas del acoso moral, cuando estas se encuentran a un nivel superior, es decir, cuando el cuadro de salud personal ha sido absolutamente trastornado, y la depresión, angustia, en general, la neurosis laboral, se ha manifestado a nivel dramático. En esta etapa, ha sido el psiquiatra o el psicólogo quienes han advertido las consecuencias del acoso moral en la salud del paciente.
En otras palabras, el trabajador ha resistido la agresión y la violencia laboral al punto de quedar examine física y psíquicamente. Ello, no debe asombrar a quienes conocen las formas y efectos del acoso moral, pues, se le ha llamado también el homicidio silencioso o el asesinato perfecto, por razones que en este breve comentario no vamos a repetir, pero si enfatizar en que el psicoterror, como se le denomina, es una agresión permanente y continua que provoca la destrucción de la dignidad del trabajador, atacando su psiquis y provocando daños reales a su organismo.
2.- Desconocimiento colectivo del tema.
Muchos casos de acoso moral se realizan por el psicópata acosador de tal forma que pasa inadvertido para la mayoría del grupo o colectivo de trabajadores que constituyen el entorno de la víctima. Redundante es explicar que esta circunstancia provoca más dolor y desesperación en el trabajador acosado, por cuanto, no encuentra modo de conversar, comunicar o dar cuenta de su problema aún a sus más íntimos, quienes ignoran o desconocen las prácticas siniestras e hipócritas del acosador. En este aspecto se ha observado que incluso, los propios compañeros de trabajo del acosado no le creen, cuando trata sin éxito alguno describir el hostigamiento a que es sujeto permanentemente. El acosador ha sabido actuar y disfraza sus actuaciones frente a los demás miembros del grupo. Esta característica en la forma del acoso, es lo que lo convierte en dolosa y maquiavélica, al decir de la Dra. portorriqueña Wanda Soto, y lo que me permite sostener que se trata de un delito que conlleva la circunstancia de la reiteración y el ensañamiento en la víctima.
3.- El síndrome de la víctima desorientada.
La víctima de acoso en su enfrentamiento diario a las acciones del acosador termina completamente desorientada respecto a cual es el origen de sus males. Nos referimos al dolor interior, a la descompensación psicológica que le mueve a concurrir a su lugar de trabajo aún, cuando presa del terror psicológico, sabe que va a sufrir maltrato, ridiculización, desprecios, insultos y otras formas de hostigamiento claramente definidos por los especialistas del tema. Cualquier observador sin conocimiento de lo que se trata, incluso los propios compañeros de trabajo se preguntan ¿cuál es la razón del comportamiento laboral de esta persona? La que aparece con algún grado de autismo laboral, sin comunicación, participación ni interrelación grupal. Pero, ellos mismos no se han podido percatar que ante los primeros llamados de auxilio, digamos comunicación de su problema al colectivo, éste cerró las puertas a toda posibilidad de defensa conjunta, al no creer, desinteresarse, incluso burlarse de la situación personal del acosado, a quien se le atribuyen, más que consecuencias del psicoterror, una hipocondría galopante o sencillamente falta de adecuación técnica para sus labores.
Lo anterior lleva a la víctima a confundirse de tal modo que termina creyendo que la fuente de sus males se encuentra en si misma y no en los efectos del acoso.
Un caso que he conocido últimamente se refiere a una trabajadora que estando dedicada plenamente a la vida religiosa hasta los veintidós años, optó por retirarse y salir a la vida citadina con perspectivas de realizarse en otro sentido distinto al que conocía. En su lugar de trabajo fue atacada por su Jefe directo desde un punto de vista sexual, es decir, la acosó sexualmente, lo que estimo una forma de violencia laboral de género en términos generales. La actitud de rechazo de la trabajadora a su superior, la hizo objeto de un acoso moral, derivado de la frustración del jefe psicópata de no haber obtenido ninguna ventaja sexual de la mujer.
El grupo con el que trabajaba, no se percató de inmediato de la conducta dolosa del superior, pero, comenzó paulatinamente a darse cuenta de los cambios en la personalidad de la trabajadora, que desde la confianza en sus amistades, se transformó en una mujer huraña y distante. El grupo había escuchado las quejas de la trabajadora, pero, lo tomaron livianamente y no le dieron mayor importancia. Incluso, fue objeto de insinuaciones como: “dale rienda para que te de mejores oportunidades”; “aprovéchate de la situación”, etc. Asunto que logró evidenciar que el colectivo laboral no estaba conciente de la gravedad de la agresión.
La trabajadora, de esta forma, sufrió una descompensación dentro de su propio colectivo, obligándola a replegarse en si misma.
4.- El temor reverencial.
Todo trabajador sano y leal, responde ante su superior jerárquico como un soldado frente a su teniente. Hay una confianza ciega y un temor reverencial hacia la persona que manda y dirige las acciones de trabajo. Se presume, que éste cuenta con la experiencia y la sabiduría para llevar adelante las tareas y para obtener los mejor, lo más creativo de cada trabajador. Sin embargo, a nadie se le instruye que los mando sufren también, como todo ser humano, debilidades a veces extremas, que los lleva a confundir la realidad con las condiciones de hecho en que operan las circunstancias.
Lejos de mi está obtener una ventaja de funesto hecho que ocurrió en la VIII Región, Chile, en la cordillera. Un coronel del ejército ordenó una marcha de varios kilómetros a los conscriptos del regimiento de montaña, cuando el clima no se encontraba en condiciones, los soldados no estaban vestidos apropiadamente y los mandos inferiores hicieron notar los riesgos y dificultades de la marcha, pero a pesar de todo ello la marcha se ordenó y los mandos inferiores obedecieron, con la funesta consecuencia de cuarenta y cinco jóvenes muertos.
Este hecho, puede llevarse también a lo que sucede en el interior de la empresa o en el servicio público, donde los superiores exigen tareas superiores a lo que el trabajador es capaz o dando tareas superiores al tiempo de trabajo y a un número adecuado a lo que humanamente se puede lograr. Lo extraño es que aún así, conociendo la imposibilidad del éxito en el resultado, los trabajadores se esfuerzan y rinden hasta sus últimas fuerzas. Es lo que se llama el “temor reverencial”. El temor no a la fuerza o el maltrato, sino, el temor a defraudar a su superior, al padre, al marido, al jefe.
Este “temor reverencial” actúa también en el acoso moral para inhibir al trabajador a demandar un mejor trato, pues, muchas veces estima que es propio de los superiores jerárquicos aplicar a extremo la gestión y la disciplina. De modo, entonces, que este factor es absolutamente negativo para el acosado, desde que lo impulsa a mantener una situación que lo disminuye moralmente.
Las noticias nos entregan la muerte de dos trabajadores asfixiados por gas en el interior de la bodega de un barco pesquero, hecho ocurrido hace el día 26 de Febrero en curso(2003). Lo triste es que estas muertes inútiles suman a muchas otras que han sucedido por idéntico motivo.
El trabajador responde con su vida en la relación de producción, el empresario, elude toda responsabilidad.
5.- La estabilidad laboral.-
Estimo, que la estabilidad laboral como fuente de aceptación de formas injustas de trabajo, no requiere mayor explicación. En países en estado de desarrollo como el nuestro la posesión de un lugar de trabajo implica un privilegio al que no pueden acceder cerca de un millón de nacionales, por ello quien se encuentra trabajando aceptará una serie de malos tratos, amenazas, insultos y otras formas de discriminación y acoso, en rangos más amplios. No es extraño escuchar de capataces o supervisores: “a este ¿? Le gusta que lo aporreen”. O la clásica: “este entiende a palos”. Pero, no se trata que el ser humano quiera humillarse. Soporta por necesidad, pero atento a esta situación, como consecuencia secundaria se crea una presión que en el colectivo global en el país, puede significar en el mediano o largo plazo un estallido social, al estilo de la “Rebelión de los Colgados”.( Bruno Traven seudónimo de TRAVEN TORSVAN CROVES, 1890.)
6.- Ausencia de legislación favorable.-
Dos situaciones contribuyen a que el acoso moral en el trabajo asole nuestras empresas y el hogar de los trabajadores, así como la sociedad toda. Una de ellas es la ausencia de Ley que sancione este grave ilícito y lo que es peor, la falta de conciencia social de los jueces, que hasta la fecha han permitido se conculquen los derechos fundamentales de los trabajadores, sin oponerse a ello dando lugar a las demandas contra acoso moral, o haciendo exigencias probatorias ridículas e improcedentes, dando cuenta del más completo desinterés en el tema. Pero, no es culpa de los legisladores ni de los jueces, quienes en gran número son también objeto de acoso moral en el trabajo. Ello es culpa de un sistema jurídico-político que se adhiere con sumisión intelectual y de intereses, a mantener el statu quo, de los sistemas incorrectos de relaciones de producción, sea entre privados, sea entre los trabajadores y el Estado y a dejar pasar y hacer, esperando que la mano invisible arregle todo. El acoso moral no tiene fronteras y ataca a todos los trabajadores por igual.
7.- Ausencia de Cultura en Salud-Trabajo.
La ausencia de una política destinada a enriquecer los conocimientos de los trabajadores, o al menos, a informarles de sus derechos y de las relaciones entre el trabajo y las enfermedades propias, originadas a causa o con ocasión de éste, es notoria y notable.
Esta no es una tarea propia de los quijotes que escriben, arriesgan sus fuentes laborales y enseñan por cuenta propia los beneficios de la ley en el trabajo y la salud, sino, es una labor propia del Estado y los organismos intermedios.
Tan culpables son de esta falencia como el Estado, los propios empresarios que se benefician con la fuerza de trabajo, pero también los sindicatos, los dirigentes sindicales, las organizaciones y departamentos públicos, la educación y la salud estatal, las Mutuales y los organismos fiscalizadores. Lo que se requiere es una política nacional en cumplimiento de los convenios y pactos de la O.I.T. y otras organizaciones preocupadas del tema como las organizaciones internacionales relacionadas con la salud.
En Chile se ha logrado definir legalmente el ACOSO MORAL Y EL ACOSO SEXUAL, dos formas típicas de violencia en el trabajo, con el agravante que en general implica, además, violencia de género. Lamentablemente, la formación civilista de los jueces laborales les obliga, como una manifestación de inseguridad en su independencia para sancionar los ilícitos laborales, a desechar muchas denuncias, provocando la desesperación de las víctimas, muchas de las que han terminado en el suicidio. Ello, sucede, fundamentalmente, por cuanto la magistratura, sigue al pie de la letra los autos acordados de los superiores, dando mayor importancia a su confort administrativo que a la salud de los acosados.
Contribuye a esta tendencia el hecho que por razones de la esencia o naturaleza del ilícito laboral, las pruebas testimoniales no existen, pues, se encuentran bajo la presión del acosador, por otra parte, los trabajadores temen seguir la misma suerte que la víctima, demostrando miedo y falta de solidaridad. Finalmente, agreguemos, que los jueces para salvar sus decisiones, exigen pruebas contundentes, las que, como se dijo por la naturaleza del delito laboral no ocurren, dada la confidencialidad en que el acoso se produce. Los medios probatorios derivados de los tratamientos psiquiátricos de la víctima, tampoco satisfacen al juez del trabajo, pues, dan cuenta de un hecho, pero, no de la culpabilidad del agresor. En fin, sin procedimiento protector, sin jueces osados y sin medios de prueba contundentes, se ha creado una ley contra esta forma de violencia, que resulta inútil.
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