

ASUMIR LO QUE SOMOS, BASE DEL PROGRESO ECONÓMICO DEL PAÍS.
Se dice que asumir lo que somos, es factor indispensable para el mejoramiento permanente. Mentirse asimismo para crear en la significación interna, una especie de halo acomodaticio que solo busca la tranquilidad temporal, sin considerar efectos previsibles y reales, pues, la cimentación de un estado de cosas endeble hace suponer una caída necesaria.
En Chile, el mundo empresarial se ha mantenido eludiendo los desastres económicos y de seguridad laboral, buscando esta tranquilidad permanentemente sujeta a las vicisitudes de vivir situaciones ficticias. Claro, en un sistema liberal de libre mercado, con tendencias monopólicas eludir temporalmente los efectos dañinos de una economía empresarial mal cimentada, no es difícil, pero, ello, no significa que exista y que sea la más óptima para un estado de cosas que no puede prosperar en el largo plazo.
En Chile, todo el gasto del Estado en materia de desarrollo social, caminos, hospitales, fuerzas armadas, políticas de vivienda, desarrollo ambiental, educación, salud y otros, se basa en la contribución que hacen los trabajadores y la clase media, mediante una carga impositiva que lleva a estas capas sociales a los vaivenes de un oleaje que las empuja desde la comodidad a la pobreza, con mucha fuerza. En cambio, el 2 o 3 %, que posee el 60 o 70% de la riqueza total del país, no es capaz de contribuir a las necesidades del Estado en proporción a la riqueza que sustentan.
Reconocer la propia naturaleza del ser, es tomar en cuenta los valores o fortalezas que se posean, pero, también, las debilidades. En Chile, estas debilidades son manifiestas: Salarios muy por debajo del mínimo para una vida familiar con desarrollo; ningún reconocimiento económico de las empresas hacia sus trabajadores, que sean significativos aportes al bien familiar; falta de seguridad en el trabajo, al punto que siguen falleciendo trabajadores a causa o con ocasión del mismo; un sistema previsional absurdo, socialista para las fuerzas armada, semi estatal para los trabajadores, privado para el resto; nula actividad sindical; falta absoluta de fiscalización efectiva por los organismos fiscales; entre otros etcéteras.
La visión de sistema productivo en Chile depende única y exclusivamente del sector empresarial. Ellos son culpables de los aumentos de precio de los bienes esenciales; ellos son los que controlan el empleo, conforme a la oferta y demanda del mercado; ellos manejan las fluctuaciones de las inversiones, en consecuencia, de las alzas y bajas de los ahorros puestos en las AFP; por otra parte, el negocio de las enfermedades laborales se maneja vía Mutuales de Seguridad produciendo para quienes manejan el sistema miles de millones de pesos, que debieran ira al mejoramiento de la salud de los trabajadores.
El sistemático desconocimiento de la realidad de lo que somos como empresa y como sistema empresarial, dominante la economía del Estado de Chile, lo atribuyo en lo fundamental a una falta de Ética empresarial, lo que permite dar rienda suelta a la codicia y con ella, a la corrupción. Esta última lacra que afecta a las capas dirigentes, aún en pequeña forma perfectamente detectable y sancionable, pero, que produce grandes y negativos efectos en la masa trabajadores y de la clase media. Aunque, políticamente nadie se atreva a reconocerlo.
ESTAMOS EN EL TIEMPO PRECISO PARA TERMINAR CON ESTAS MALAS PRÁCTICAS, PROPIAS DEL SISTEMA LIBERAL DE MERCADO.
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