PRODUCIR O DESAPARECER.
Es una disyuntiva dramática. Quién no podría estar de acuerdo que el sistema productivo no puede decaer, con covid19, terremotos o maremotos, la producción debe seguir adelante, pues, no solo depende de ello la economía del país, sino, la estabilidad familiar, por el impacto que el decaimiento de la producción tiene en los hogares de los trabajadores. Pero, además, es necesario, porque con la paralización de la economía se desata en el aspecto personal una serie de enfermedades parásitas que dicen relación con los aspectos psicosociales, que afectan tanto en lo individual como en lo colectivo. Esto último, porque indudablemente en los trabajadores nace un miedo derivado de la incertidumbre para obtener los ingresos necesarios para él y su familia. Jamás debemos olvidar que el trabajo representa una función social. Tal vez, la más importante dentro de la sociedad.
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Junto con el mantenimiento de la producción de bienes y servicios, lo que preocupa en este tiempo de pandemia es el nivel o grado de productividad en comparación a lo llamado malamente “tiempos normales”, que por lo demás nunca lo son, pero, así se habla para obtener un referente. Si la productividad decae, se presente un problema de costos y, como consecuencia de ello, el empleador, especialmente el pequeño y mediano, deben recurrir a los despidos para paliar esta diferencia que permite la viabilidad de las empresas. Esto es lo básico en una sociedad capitalista, en especial, de libre mercado como la nuestra, también denominada en términos criollos “el que muere, muere.
Al contrario, las grandes empresas, ligadas a los hombres de gobierno, hacen su juego financiero, para que las finanzas del estado descarguen en su beneficio, miles de millones de dólares para mantener el nivel de utilidades millonarias. No en vano, han sido los grandes capitales, los que han ganado a costa y por el tratamiento económico de la pandemia, despreciando lo que siempre debe ser y estar en primer lugar, la Vida Humana.
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La productividad, es lo que en definitiva permite la viabilidad de las empresas, lo que se reconoce por las utilidades del periodo. Pero, no tan fríamente como aparece, pues, lo que se requiere es la maximización de los beneficios, dado, que como se puede entender claramente, es un factor que incide directamente en los costos, más o menos en la regla de a mayor productividad menos costos por unidad de bienes o servicios, lo que acarrea mayor utilidad, lo que desgraciadamente opera también en sentido contrario.
En Tiempos de Pandemia, la producción se ve enfrentada a tremendos desafíos, que obligan a los empleadores, empresas y corporaciones a tomar medidas de emergencia, y cuando estas medidas de emergencias las toman, niveles gerenciales sin imaginación creativa la primera medida que toman es el despido de trabajadores. Tal situación en medio de una pandemia como es la que atraviesa el mundo, deja a los trabajadores, el contingente mayoritario de la sociedad en un crítica e inestable situación. ¿Qué ocurre en el colectivo laboral? Pues, miedo a ser despedido, angustia por la situación interna, estrés derivado del ambiente general y particular de la empresa y, luego, enfermedad generalmente del carácter de enfermedad psicosomática o psicosocial, agravando la situación de la empresa y, por cierto, la del país. En estas circunstancias se conocen los verdaderos gerentes, los líderes del mundo de la economía, los miembros más destacados en el ámbito de la producción.
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¿Es esto lo que tenemos?
Desgraciadamente, no es así. Hoy, el mundo privado se ha visto en total confusión derivada de su incapacidad, probada y acreditada, de dar respuestas positivas a los problemas de la sociedad, tanto como a los de su empresa en particular. No hay liderazgos chispeantes, actuaciones osadas y pertinentes dando respuesta a las necesidades de la empresa, las que en el mundo del neo liberalismo económico, debieran ser el espejo donde la sociedad toda se refleje. Al contrario, se ha apoderado del mundo privado un abatimiento que solo es capaz de superarse si el Estado, el despreciable Estado, el que debiera desaparecer, acude prestamente en su ayuda, olvidándose de los principios fundamentales del Neo Liberalismo económico, que cada cual debe responder por sí mismo a la emergencia, a fin que sobrevivan los más aptos. Es la Ley de Hierro del Maltusianismo económico, pero, que se desvía cuando se trata de los problemas que no pueden ser solucionados dejando a la gente sin trabajo.
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Reiteradamente, el mundo privado en Chile, recurre a la ayuda del despreciable Estado, ya ocurrió en la debacle bancaria de hace un par de décadas donde el Estado de Chile, aportó alrededor de cuatro mil millones de dólares para salvar la banca privada, sin que se sepa, que se hayan devuelto a la fecha.
Los privados han sido incapaces, más aún, negligentes en las actuaciones frente a la pandemia y se observa como las estadísticas nos conmueven día a día. Nunca se había visto, en realidad, no se pensaba, que el mundo privado fuera tan dependiente del Estado, a pesar que por años sus teóricos, prensa, radio y TV, trasmiten cada día hasta el cansancio, la ineptitud del estado para participar en la economía.
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Es tal, la falta de inteligencia que numerosas empresas chilenas se ven al borde de la quiebra, de la imposibilidad de cubrir sus gastos operacionales, por miedo, temor o, mejor expresado, terror a la actuación conflictiva, en que el Gobierno (no el Estado) ayuda con un entusiasmo irresponsable increíble.
Hasta el día de hoy, lo único que se piensa es en paralizar todo, pero, eso concretamente es el funeral de nuestra economía. Pensando en positivo, ¿no será posible mirar a echar andar todo? Pero, dentro de un sistema de Prevención del Riesgo que conocemos, admitimos y, podemos decir, hasta convivimos con él.
En efecto, se sabe que es el Covid 19, se conoce su forma de contagio, se han dicho hasta la saciedad cuales son las medidas preventivas. Estimados amigos Prevencionistas, el país no puede estar parado permanentemente. El Covid, no nolo permanecerá, sino, que se adaptará a las vacunas, a los fármacos, a los sistemas de inmunización cambiando sus sepas. Pensemos, entonces en un virus inteligente que pretende doblegarnos en todos los aspectos de la vida, hasta en el deportivo.
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Pero, la verdad es que no podemos seguir esperando que las empresas vuelvan a una “soñada normalidad”, porque de partida nunca la han tenido. Lo que han tenido es un amparo del despreciable Estado para asegurar sus utilidades contra todo evento. Lo que implica un reconocimiento efectivo de la poca inteligencia y la falta de adecuación a los cambios de sistema. Por eso es que políticamente, este sector privado es refractario a todo cambio, sin aceptar que, el mundom privado solo ha hecho que los problemas se multipliquen cuando son globales y masivos.
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¿Cuáles son las medidas de reacción? Pues, preventivas no existen y, las que hay, no son manejadas por los privados, sino, por el sector público: Asistencia hospitalaria; alimenticia; de recursos monetarios (muy poco eso sí, la mayor parte proviene de los ahorros de la propia gente).
Las empresas deben comenzar a aplicar estrictamente las medidas ordenadas por el sistema de salud, sin dejar de trabajar, de producir los bienes y servicios necesarios para la sociedad. Si ello no ocurre, a lo largo de este año, entraremos en un estado de calamidad en todos los aspecto, alimenticios, sanitarios, con falta de circulante, sin poder intercambiar bienes y servicios. Las Empresas deben hacerse cargo del trasporte de sus trabajadores, causa de impacto en el contagio del covid. Deben proveer de alimentación adecuada a la gente de trabajo, dar asistencia familiar, en especial educación en prevención del covid, utilizar los turnos sin aglomeraciones, mantener los controles de contagio con los exámenes correspondientes, ayudar a la familia de los contagiados, sin perjuicio de los derechos a la seguridad social propia de los trabajadores (Ley 16744). Entrar a un proyecto de concientización necesario y urgente, a fin de no detener el sistema productivo. Es justo saber que en los últimos cuatro meses del año 2020, hubo un quiebre en los estck de la construcción paralizando grandes obras y las obras menores de las empresas pequeñas y medianas. Dejando sin trabajo a cientos de trabajadores por esta sola razón.
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El problema que vivimos es de todos. Por eso, el sacrificio debe ser proporcional a los niveles de capacidad económica de cada uno. No podemos ser de los países en que la riqueza se concentra y se escurre de la manos de aquellos que la crean, los trabajadores, para esconderse en las bóvedas de los bancos, mientras el país se derrumba. Es un problema de humanidad. Difícil pedirla a quienes viven contando las utilidades. Pero, es la hora para que en lo sucesivo se eviten eventos mayores.
En Chile hay un grado de tensión social contenido, pero, que cada cierto tiempo se manifiesta, ello en gran parte se debe a que los capitales mayores, han utilizado la pandemia para hacer negocios y no para ayudar al país y a su gente. Ello, puede, naturalmente, sin ideología o, en la suma de todos los pensamientos, pedir cuentas a los responsables, porque una cosa demuestra la falta de criterio en el ataque a la pandemia y es que las calles están desbordadas ny los centros comerciales inundados de gente, pero, la cesantía sube a los dos dígitos, las enfermedades psicosociales aumentan, la drogadicción, fiestas clandestinas se hacen comunes, no hay dinero circulante, y la producción decae.
Se crea una nueva política de ataque al Covid en la producción o, desgraciadamente, el país acabará por derrumbarse, con la única salida siempre pendiente en América Latina, una dictadura militar, lo que hoy implica más sangre que ayer.
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