QUERIDOS AMIGOS. Hemos visto como la pandemia ha deteriorado el mundo del trabajo en su integridad. Si entendemos que la mayor parte de los trabajadores son absorbidos por la pequeña y mediana empresa, es decir, por las PYMES, podemos advertir que la pandemia ha sido un evento que ha trastornado la vida de las personas y la economía. La vida, porque el concepto de trabajo como función social se ha perdido en la tempestad de elementos negativos que se han dejado caer con fuerza sobre los hombres y las mujeres que ponen su esfuerzo y su capacidad para que las empresas cumplan su cometido o función productiva y, la economía, porque han sido precisamente las PYMES la que han sufrido los trastornos y las pérdidas que la pandemia ha traído.
Al contrario de lo que ha ocurrido con las grandes empresas, aparece en el concierto mundial cómo, estas han aprovechado las circunstancia adversas para aumentar ostensiblemente sus utilidades. Se dice, que los seiscientos hombres billonarios o más ricos del mundo, han obtenido ganancias extremas durante y con motivo de la pandemia. Las estadísticas están en la prensa e internet, no nos parece oportuno decir más sobre esto.
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Es claro que el confinamiento ordenado por la autoridad, muchas veces tardíamente, las cuarentenas y prohibiciones de abrir los negocios, las limitaciones geográficas, que paraliza el libre tránsito dentro de los sectores urbanos o intercomunales o interprovinciales, el cierre de los centros de producción, estudio, recreación, balnearios, restaurantes, cafés y todo centro de reunión ciudadano, han acarreado una pérdida de la posibilidad de trabajar y de dar trabajo, convirtiendo los encierros y confinamientos en verdaderos ghetos donde ronda la desesperación, la angustia y todo tipo de necesidades, antes ya existentes, pero, agravadas por la falta de recursos acarreados por la pandemia y las limitaciones al trabajo.
En Chile, se ha paliado el estado de necesidad con la devolución del 10% de los ahorros previsionales, con los fondos de cesantía y otros beneficios de los trabajadores, sin que el gobierno haya hecho lo suyo por la gente o por la chilena, tampoco por las pequeñas empresas, al contrario de lo que ha sucedido respecto de las grandes corporaciones.
¿Alguien se habrá preocupado de los trabajadores independientes? De aquellos trabajadores del día a día como los que trasladan sus mercaderías al hombro; los verduleros; los fruteros de las esquinas; los vendedores de pan amasado en casa, dulces o chocolates, que son trabajos que disimulan la cesantía o que se realizan como medios de superar una instancia de dificultad laboral. Realmente, ellos han quedado en el más completo abandono.
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Nadie se ha acordado de la alimentación del niño, de aquel que tenía su alimentación en las escuelas y colegios públicos, el que era un verdadero incentivo para asistir a clases, pues, los salarios miserables de sus padres, menos de 15 dólares diarios para cubrir los costos de una familia. Unido lo anterior, a la falta de trabajos reales hace presumir que, la situación del “oasis” chileno, ha sido invadido por un desierto de necesidades insatisfechas.
En estas circunstancias los porcentajes de propagación y contagio del virus se han hecho indetenibles superando los cuatro mil contagios diarios, lo que permite visualizar un futuro recargado de enfermos, incapacidad material de los hospitales y centros de salud para atender estos números enormes de incremento de la enfermedad.
Pero, hay sectores de la economía que no pueden paralizar.
Dichos sectores siguen reuniendo enormes cantidades de trabajadores, que, en las condiciones actuales de la pandemia, son fuertemente atacados por el virus que se trata de erradicar. Ese es un problema de la economía de mercado. En estos términos la solidaridad, la preocupación por ciertos sectores más vulnerables se hace nula. Aun, en estas circunstancias las personas no han entendido la gravedad social del problema, las consecuencias perniciosas en el tiempo y en la destrucción del sistema de transferencia de bienes y servicios.
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Es necesario, entonces, que la pandemia se ataque por otra vía.
Hasta ahora ha sido la represión. El concepto paranoico de guerra, de enemigo y de ataque de fuerzas extrañas, cuando en verdad, lo que se debiera hacer es ir derechamente hacia la conciencia de los individuos, hacia la educación, la concientización de las personas sobre un tema que parte de lo individual hacia lo social.
Nunca las acciones individuales habían tenido tanta repercusión en lo colectivo.
El individualismo creado por una sociedad mal formada y mal dirigida ha hecho estragos en la sociedad que ha alimentado la libertad extrema, en la que se disfraza el libre juego de la oferta y la demanda sin limitaciones, a tal nivel, que los servicios de salud público, en muchos países, incluso Chile, han sido desmantelados, cuando hoy, en medio de la pandemia se ha entendido que la red de salud pública es la única capaz de detener el progreso del flagelo.
Entonces, al haber dirigido en mala forma el ataque a la pandemia, se ha dejado a los grupos de masas, trabajadores, universidades, estudiantes, empresas, etc, sin la posibilidad de construir instancias de educación y prevención de los efectos pandémicos.
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En las empresas en las que ha entrado el virus, no se ha aprovechado la ocasión para hacer una trazabilidad que dé cuenta de cuán peligroso es el contagio y, en cambio, se ha decidido cerrar la industria o la empresa, dejando a todos los trabajadores a su suerte y sin entrar a combatir la propagación en forma efectiva.
Conociendo la enfermedad, habiéndose establecido por la ciencia cuales son las formas de propagación, lo lógico es que se actúe en el sentido propuesto por los centros científicos, sin llevar a los cientos de trabajadores a las poblaciones, aun siendo dignas, son una fuente mayor de contagio, pues, las agrupaciones de personas quedan sin apoyo de los servicios de salud y del control de las normas, formas o medios de prevención.
Por lo visto, una vez más, ha quedado claro que la prevención de riesgos de enfermedades y accidentes, no ha sido tomada en cuenta por los gobiernos, por lo menos en Chile no, existiendo una experiencia de años, una débil red de asistencia primaria, pero, que aún existe y de la que se ha abusado en extremo, sin consideración a que el heroísmo de tales personas, merece reconocimientos reales, sin embargo, se ha decidido beneficiar a la policía y no a los que nos defienden real y efectivamente del virus.
Todavía es tiempo que se rectifique. Distancia social, cierre de los mall’s; centros cerrados de comercio, una política de distribución en pequeños negocios, los antiguos almacenes, donde las personas no se aglomeran, ayuda real y efectiva a las PYMES, control real y efectivo en los centros de trabajo, exigiendo sanitarios adecuados, distribución de alcohol para las manos, abundante agua, distancia física y mascarillas, cuando sean necesarias.
Pero, más importante, más que estos elementos materiales, es el grado de conciencia que debe inundar a las personas, en beneficio de ellas mismas, su familia, las empresas y en definitiva la sociedad toda.
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